Tuesday, October 11, 2005

Nubes negras, alma de roedor... Ruffus Wonderland, poeta callejero.


Nubes negras
alma de roedor...
Así comienza el poema que nunca terminaré, nunca...no porque tenga una razón de peso, simplemente lo dejo, lo doy todo por perdido.
Intenté cambiar el mundo y solamente logré destruir el mío propio. El piso de la Calle del Olvido se hizo pequeño, las señoritas cambiaban tan deprisa que cuando estaba jodiendo con Joanna me di cuenta de que su pelo ahora era negro y tenía un gran rabo entre las piernas.
Por supuesto ella no era tal, y Joanna era William, un marinero chapero que se había colado en mi habitación.
Conocía los suelos de la ciudad como la palma de la mano que nunca quiso escribir un buen poema, ni tan siquiera un buen relato...
Periodista frustrado
calma en la mar
siempre te pudo la bondad
de jugar al "rinconnatto"
la vida es lo que tuvo
el pez
y una hegemonía en las bragas
de Rachel...
Arrastrándome conseguí descubrir el sentido de la vida: cero, nada, inexistente...nunca fui bueno con los sinónimos.
Estoy tan cansado de todo esto...iré a saldar las cuentas con el viejo Jimmy y dejaré esto...
Temporalmente...

Monday, October 10, 2005

Paco // "antes"


-Paco, tráeme un café.
-¡Que te lo traiga tu puta madre! ¡Y cómeme el rabo! ¡Cornudo!
Creo que fue este el motivo de mi despido, el fin de mi vida laboral y el comienzo de una nueva vida en la que los siguientes cinco minutos al presente son siempre una incertidumbre.
Todo en mi vida era típico, muy típico. Trabajaba en una oficina, más bien en un cubículo, en la cual la única manera de sobrevivir era lamerle, literalmente, el culo al jefe. Esto me llevó a tener ciertos roces con los compañeros que más tarde se convertirían en verdaderos enemigos dispuestos a sacarme los ojos en lo que tarda el ascensor en pasar de la cuarta a la quinta planta.
No existía el blanco, ni el negro, ni el rojo, ni el amarillo chillón. Todo era gris en mi vida, no había emociones ni sobresaltos, nada se dejaba al azar. Todo controlado.
Era una vida normal. Normalizada:
Un matrimonio perfecto con la mujer que amaba hasta que se deterioraron las cosas.
Mi mujer, una “santa”. Los domingos a misa y los lunes a criticar y a blanquear sepulcros.
Mis hijos su vida llevan. Yo más bien fui para ellos como un director de banco al que le piden dinero o como el director de prisiones al que le suplicaban que les alargase “la condicional”.
Supongo que nadie me quiere. Todo era normal, tan normal que era triste. Tan triste que pedí la baja y durante ese tiempo me enteré de que mi mujer me estaba siendo infiel. Tan infiel que ni me enfadé. Tan poco me enfadé que me sentí molesto conmigo mismo. Tan molesto conmigo que decidí suicidarme. Tan decidido que me fui a cortar las venas. Tan tonto que en vez de con una cuchilla lo intenté con la silképil de mi mujer, ¡una hora estuve intentando cortármelas!
Tal golpe en mi autoestima sólo podía curarse con alcohol, y aquí en Silver City venden alcohol hasta en las guarderías, pero el de verdad, el de los hombres, únicamente en el barrio ruso.
Y allí me fui, allí me cambiaron la forma de ver el mundo, mi personalidad. Allí me secuestraron.

Monday, September 26, 2005

John Deckard - "Mis Zapatos" - Capitulo I




Mi nombre es John Deckard, tengo cincuenta y tres años y soy el alcalde de esta jodida ciudad: Silver City. No nací para la política, de hecho no recuerdo haber nacido nunca, creo que siempre estuve aquí, en este apestoso nido de negros y judíos. Decidí imponer cierto orden, el caos se había apoderado de todas las almas y se necesitaba un poco de mano dura para imponer la cordura. Pero eso es otra historia.
Esta mañana amanecí al lado de mi preciosa mujer y digo preciosa porque en realidad lo es, fue miss Silver City hace cuatro años y la belleza sigue intacta. Ahí estaba durmiendo placidamente mientras "papá oso" iba al Ayuntamiento a despachar las suplicas de esos jodidos judíos, solamente piden esos cabrones y no dan ni una puta moneda de sus bancos, cabrones...
Pues bien, mientras me vestía iba pensando en todas las excusas que iba a ponerles para no aceptar ni una de sus miseras propuestas. Cuando ya tenía las piernas cubiertas por el pantalón me di cuenta de que mis zapatos habían desaparecido.


[Continuará...]